El mundo de los videojuegos es grande y diverso, y con ello, las opiniones y críticas que se generan en torno a cada lanzamiento. Uno de los títulos más esperados de los últimos tiempos ha sido Starfield, desarrollado por Bethesda. Aunque ha recibido críticas en su mayoría positivas, ha habido algunas excepciones notables.
El juego ha obtenido una puntuación media de 88/100 en OpenCritic y una similar en Metacritic, con un 88/100 para PC y 87 para Xbox Series X. Estas cifras reflejan una recepción generalmente favorable por parte de la comunidad y la prensa especializada. Sin embargo, el medio español Meristation, a través de su analista Alejandro Castillo, ha emitido una crítica que ha generado cierto revuelo en la comunidad.
Según el análisis de Meristation, Starfield no cumple con las altas expectativas que había generado durante años. El juego presenta problemas conceptuales que rompen con las motivaciones que el estudio pretendía transmitir. A pesar de la promesa de exploración espacial, el juego no incita a visitar los numerosos planetas que ofrece. Además, el contenido generado se siente repetitivo y carente de variaciones. En general, el análisis sugiere que Starfield no logra transmitir un sentimiento de pertenencia con su universo y se basa en pequeños saltos de un entorno a otro. Esta es, claramente, la opinión de alguien que no ha disfrutado un Fallout o un The Elder Scrolls.
Esta gran discrepancia en las valoraciones nos lleva a reflexionar sobre la posible estrategia de marketing detrás de dicha crítica. En un mundo donde la polarización genera clics, visitas y, en última instancia, ingresos, no es descabellado pensar que algunas críticas negativas puedan estar motivadas, al menos en parte, por el deseo de generar controversia y discusión.
La guerra de consolas ha sido un tema recurrente en la comunidad de videojuegos durante años. Esta polarización, aunque puede parecer inofensiva, refleja un rasgo más amplio y preocupante de nuestras sociedades: la tendencia a dividirnos en bandos y a rechazar perspectivas diferentes a las nuestras. Como consumidores, deberíamos estar por encima de estas divisiones y centrarnos en lo que realmente importa: disfrutar de los videojuegos.
En conclusión, aunque es válido que cada medio y crítico tenga su propia perspectiva sobre un juego (aunque sea muy mala), es esencial que, como comunidad, no nos dejemos llevar por la polarización y la manipulación social. En su lugar, deberíamos tener más respeto entre nosotros y ser más críticos con los que ganan el dinero. El dinero debería ir al que crea mejor contenido, no al que genera más controversia.
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